El arte de las
instalaciones surge en la década de los 60, forma parte del arte contemporáneo,
el cual se caracteriza fundamentalmente por su capacidad para inquietar y
perturbar al espectador.
Amnon Barzel (2001)
defiende que “La instalación representa una vía de salida al espacio pintado
del ilusionismo y pone en práctica uno de los propósitos fundamentales del
modernismo, el de llevar el arte a la realidad”.
Otro concepto de instalación nos le ofrece Abad (2014), quien expone que
“La instalación es una manifestación del arte contemporáneo que propone un
espacio simbólico para representar una idea o mensaje intencionado.
En la definición
que Ecured (s.f.) hace del concepto de instalación, se aplica a aquellas obras
en las que los artistas utilizan, como parte de la composición, el propio medio
(paredes, el suelo, luces, etc.) además de objetos diversos. En numerosas
ocasiones, los materiales escogidos llenan más o menos el espacio y el
espectador es invitado a moverse alrededor de la obra o a interactuar con ella.
De esta manera, el espectador forma parte de la obra en ese preciso momento y
es por ello por lo que cada instalación es única y depende de la persona que
interaccione con ella. Así se cumple lo que nos dice Lemarroy, (2004) “La
instalación no se vuelve una obra de arte completa hasta que el espectador toma
parte de ella”.
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